Yahvé no se extrañó de tanta temeridad, que él mismo había preparado. Y su respuesta no fue menos brusca. Por segunda vez se le apareció a Salomón como había sucedido en Gabaón, en un sueño. Dijo que había escuchado su plegaria ante el Templo. Confirmó que apoyaría a Israel si observaba sus preceptos. Pero, «si os apartáis de mí», anunció dos calamidades. «Arrancaré a Israel de la superficie de la tierra que le he dado», fue la primera y la más previsible. La segunda, en cambio, se refería a «todos los pueblos de la tierra», como si Yahvé quisiera responder directamente a lo que Salomón había osado proponer. Se abría otra perspectiva terrible: «Israel se convertirá en objeto de sátira y sarcasmo entre todos los pueblos». Así, con cautela, traduce la Biblia de Dhorme. La palabra hebrea es «mashal», «historias», «símiles». Y también «cuentos», «chistes». El pueblo elegido corría el riesgo de convertirse en objeto de chistes «entre todos los pueblos». Pero Yahvé, en ese sueño, fue sutil además de amenazador. La misma advertencia, casi con las mismas palabras, la había pronunciado, cientos de años antes, Moisés, en la época del pacto de Horeb. También Moisés había advertido que los judíos podrían convertirse en objeto de burla «entre todos los pueblos».