“El hombre que mira”, publicada en 1985, es una de las novelas más atrayentes de Alberto Moravia, un relato lleno de sorpresas, de pistas y de fineza en el que intenta aclarar la enigmática dicotomía entre carnalidad y amor. El protagonista, un ex militante de izquierda convertido en profesor de francés, llamado Dodo, es “el hombre que mira”. Admite que ama y vive lo que sus ojos ven. Incorregiblemente curioso, se regodea mirando y transmite sus pensamientos acerca de su extraña afición, originada por ciertos traumas familiares. El autor se sirve de un adulterio fuera de lo común, para conducir el relato hacia zonas poco exploradas del alma humana y retratar un universo cerrado, dominado unas veces por el exhibicionismo y otras por una curiosidad peculiar: aquella en la que el hombre que mira, renuncia a llegar al fondo de las cosas porque, de conocer la verdad completa, perdería el irrenunciable placer de mirar. Con una audacia sólo al alcance de los grandes maestros, Moravia sorprende, una vez más, con su capacidad de renovar enteramente el planteamiento de los grandes temas clásicos, en este caso la lucha del hijo contra el padre o la del amor idealizado frente a la pulsión sexual. El libro fue llevado al cine en 1993 por el director italiano Tinto Brass, en un film protagonizado por Katarina Vasilissa, Francesco Casale y Cristina Garavaglia.