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Megan Maxwell

Un café con sal

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  • Maylen Barriosцитирует5 лет назад
    —Me has enseñado a sentir, a apreciar, a percibir la vida de otra manera y ahora necesito seguir lo que mi corazón quiere. Y lo que él quiere y yo quiero eres tú. Sólo tú.
  • catalina iturraцитирует3 года назад
    ocurrido es una locura, pero las locuras, en ocasiones, son interesantes y divertidas.
  • Maylen Barriosцитирует5 лет назад
    —Te arrancaría las bragas, te separaría los muslos y te haría mía contra esta pared, luego sobre la mesa y seguramente en mil sitios más. ¿Lo permitirías, Elizabeth?
  • Nilda Duarteцитирует6 лет назад
    —Mira, romanticona, como diría una que yo sé, los príncipes azules también destiñen. Y no, no me hables de príncipes cuando sabes que el mundo está lleno de ranas, sapos y culebras.
  • Ruby Mejiaцитирует7 лет назад
    Tenía treinta y seis años. Doce más que ella.
  • Miguel Romanoцитирует7 лет назад
    Extasiada por lo que aquel hombre le hacía experimentar, se dejó llevar. Nunca ninguno de los chicos con los que había estado la había besado con tanto deleite, ni tocado con tanta posesión, y un jadeo escapó de su cuerpo cuando él, separando su boca de la de ella unos milímetros, murmuró:

    —Te arrancaría las bragas, te separaría los muslos y te haría mía contra esta pared, luego sobre la mesa y seguramente en mil sitios más. ¿Lo permitirías, Elizabeth?
  • Paola Garzaцитирует7 лет назад
    Jamás había creído en los flechazos, pero, por primera vez en su vida, su corazón, su cuerpo, su cabeza, le hicieron entender que aquello había sido un flechazo y que Cupido le había dado de lleno con sus flechas de amor.
  • Paola Garzaцитирует7 лет назад
    Pero, incapaz de no mirarlo, se acaloró al sentir cómo todo su cuerpo se reactivaba como un volcán ante su presencia y sus palabras. Él tampoco era el tipo de hombre con el que solía estar, pero, sin duda, le nublaba la razón.
  • Paola Garzaцитирует7 лет назад
    Exaltada, le dio al botón del ascensor varias veces. Debía huir de allí cuanto antes. La tentación, el morbo y el deseo gritaban en su interior que no los dejara así y, cuando las puertas de la cabina se abrieron, no se pudo mover. Su cuerpo le exigía, le rogaba, le pedía que regresara al despacho y acabara lo que no había sido capaz de terminar.
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