El neurótico, dice Lacan, pone la castración de su lado. Él se siente en falta y de esa manera la castración queda velada del lado del “Gran Otro” simbólico. El obsesivo tapa la falta ofreciéndose como garante. La histeria tapa la falta ofreciendo su impotencia. El neurótico cede ante su deseo, no adviene al suyo y se ofrece como objeto, en el fantasma del Otro. Es a través de su posición de objeto en el fantasma que “vela” la falta del “Gran Otro”. En tanto, el perverso le “da de gozar al Otro”, y de esa manera lo restituye como “Gran Otro”, completo.