En realidad, no somos más que eso: palabras horizontales y verticales. Una serie de actitudes y de posturas, palabras que se cruzan mientras caminamos, dormimos, jugamos, hacemos el amor, volvemos a casa con escalofríos y nos metemos en la cama enfermos. Hasta que un día todo se iguala y nos damos cuenta de que el enigma, el enigma que llevamos tanto tiempo tratando de resolver, nunca podrá resolverse.
El resto del tiempo es una larga línea horizontal.