Wendy Ann Greenhalgh reflexiona aquí sobre cómo el dibujo es capaz de crear una conexión profunda con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea, y cómo puede ser algo tan natural como respirar. También nos revela cómo los artistas pueden redescubrir el placer lúdico del dibujo y cómo incluso aquellos que solo hacen garabatos pueden experimentar con ello un gran bienestar.