Kalpa Imperial. Libro II: El imperio más vasto

Extrañas profesiones eligen los hombres, ¿no creen ustedes? No quiero decir que haya oficios que son más pintorescos o más inesperados que otros. Quiero decir que las gentes no viven para ser, o tratar de ser, las mejores personas posibles, sino para agregar a su nombre títulos sonoros, secos y vacíos, ropajes falsos e innecesarios que terminan por suplantar a quienes aplastan y roban.

Adviertan ustedes que digo gobierno y no digo poder. Bah, el poder, decía ella y torcía el gesto, solamente el que se olvida del poder gobierna bien, decía. Y era cierto.

Y bien, yo entré al palacio imperial. No era poeta, no lo soy y no lo seré, pero yo entré al palacio imperial

No era joven ni hermosa ni letrada; tenía mal genio, era testaruda, brusca y áspera. Pero yo sé qué fue lo que la hizo tan grande. Fue la sabiduría que consiste en ver las cosas de una manera distinta y en aplicar lo que aprendía de una manera distinta.

—Pero no todo está dicho —dijo ella— porque las palabras son la sombra y la luz de las cosas y las cosas no son sino que van naciendo y siendo

Era necesario que yo pudiera creerlo, porque mis hijos, los que se van a sentar en el trono del Imperio, no tienen que ser solamente fuertes y sanos y bellos, también tienen que tener esa veta de locura y de pasión que hace que un hombre o una mujer pueda ver el otro mundo que es la sombra de éste y en el cual éste es la sombra.

Yo digo: el mundo es complicado, pero no es incomprensible. Sólo hay que mirarlo detenidamente

si las viejas palabras están nombrando otra manera de mirar, ahí sí, ahí has encontrado un pensamiento nuevo, y eso no es algo que se consiga fácilmente

—Yo opino —dijo la comerciante en sedas— que una mujer puede desempeñarse perfectamente bien en cualquier actividad, en los negocios, en la política, en las ciencias y en las artes aplicadas.

Y de qué otra manera puede viajar un pobre si no es trabajando?