Las aventuras de Tom Sawyer

Abrió su chamarra: el cuello de su camisa estaba perfectamente cosido.
—Caray, exageré: pensé que te habías hecho la pinta para ir a nadar. Pero te perdono, Tom. Es que contigo uno ve moros con tranchete, y por ahora no hiciste nada —en parte estaba apenada porque su habilidad no fue certera, y además estaba complacida de que Tom se hubiera portado bien. Pero Sidney dijo:

El hermano menor de Tom —o mejor dicho, el medio hermano—, Sid, ya había terminado su parte del trabajo —recoger las astillas—, pues era un niño pequeño, y no era para nada travieso ni problemático.
Mientras Tom terminaba su sopa —y agarraba sin permiso azúcar en cada oportunidad—, la tía Polly le cuestionaba con astucia y profundidad, porque quería atrapar al muchacho y ponerlo en aprietos.

Siendo estrictamente la historia de un niño, debe detenerse aquí: el relato no podría avanzar sin convertirse en la historia de un hombre.

—No le hace, Tom. Yo no soy todos, yo no lo soporto. Es terrible estar así de atado. Y la comida se consigue muy fácil: ya ni me interesa buscarla.

Sólo son preocupaciones y preocupaciones, sudar y sudar y desear estar muerto todo el tiempo. Ahora, estas ropas me quedan, este barril me queda, y ya no me los voy a quitar nunca más.

No, Tom, no voy a ser rico, no voy a vivir en sus absurdas casas sofocantes. Me gusta el bosque, y el río, y los barriles, y me voy a apegar a ellos. ¡Carajo!,

Sólo puedes hacer cosas malas, y no soportas ver a alguien enaltecido por las cosas buenas que hace.

Está cayendo ahora, y seguirá cayendo cuando todas estas cosas se sumerjan en la noche de los tiempos, y el crepúsculo de la tradición sea tragado en la espesa noche del olvido. ¿Todo tiene un propósito y una misión?

Por un poco tiempo la esperanza parecía revivir, sin ninguna razón para ello, sólo porque es su naturaleza revivir cuando la ingenuidad no se ha perdido por la edad o la familiaridad con el fracaso.

—No lo dude: es la marca del Señor. No deja de ponerla, nunca lo hace. La pone en toda criatura que nace de sus manos