Cuál es el pez que tiñe el mar

Los más chicos llorábamos, teníamos miedo. No dejamos de hacerlo hasta que papá, por obligación, nos acarició la cabeza.

Lo único que quería era encontrar un lugar tranquilo donde sentarme a pensar, tomar una decisión de una vez por todas.

No dejo de pensar en ese último giro, en la facilidad que tengo para hacer y deshacer, decir y desdecir. Girar en torno a mí misma, pero siempre con la sensación de estar girando en falso, como esos tornillos inútiles que terminan solos, al fondo de una caja de herramientas, porque no tienen tuerca, no tienen ajuste.

No dejo de pensar en ese último giro, en la facilidad que tengo para hacer y deshacer, decir y desdecir. Girar en torno a mí misma, pero siempre con la sensación de estar girando en falso, como esos tornillos inútiles que terminan solos, al fondo de una caja de herramientas, porque no tienen tuerca, no tienen ajuste.

Entonces nombra la maternidad en pasado. Como si fuera una vida que ya no le corresponde, como si la maternidad en ella terminara con cierta edad nuestra. Con mi adultez y la de mis hermanos. De ser así, dentro de dos meses, mi mamá dejará de ser oficialmente nuestra madre. Mi hermano más chico y, según parece, futuro padre adolescente cumple en dos meses su mayoría de edad.

No entiendo muy bien su comentario sobre amor verdadero. Me da un poco de vergüenza, porque también es cierto que, además de no volver a dormir separados, peleamos un montón. Desde el principio, desde el vamos, desde el primer día. Sobre las peleas no cuento. Solo digo que a veces es difícil, que estar en pareja es difícil. Afirmo eso como un hecho universal.

Contar una historia cambia a quien la cuenta.
Y por momentos la ficción es la única manera de
pensar lo verdadero.

Los llanos, Federico Falco