Cómo no acabar con todo

Debo descartar la idea de que tengo el control. También he de aprender a permitirme sentir dolor.

Puede resultar difícil hacer algo así cuando sientes un dolor o una desesperación agudos. Pero, de nuevo, la clave es no hacer nada. Así, si estoy deprimido, puedo tratar de decirme: todo lo que has de hacer —tu única tarea— es no hacer nada. Siéntete deprimido. Duele. Y no pasa nada.

eberíamos esforzarnos por encontrar humor en las situaciones trágicas. Parece que ser capaz de sonreír, aunque sea un poco, ante mi lucha por tomarme con humor mi situación resulta de alguna ayuda. Sonreír es como suspirar. Es algo que siento, algo sencillo y real y positivo.

El suicidio es la forma de huida más extrema y también una pasión de lucha asesina.

Nathan Kline resume de manera admirable este estado psicológico: «A sus ojos, ha suspendido la prueba de voluntad y entereza. Se culpa a sí mismo de su debilidad, y supone que los demás también le culpan»

«Por favor, no lleves esto a los confines del mundo».

Básicamente, Diane me es­taba diciendo: sí, ser humano es una mierda, no temas admitirlo. ¡Laméntalo por ti, laméntalo por todos nosotros! Esto supone dar un gran paso hacia una forma de pensar más generosa y honesta sobre la situación humana en general y la situación del suicida en particular.

Ella me respondió de inmediato: «Nunca digas que solo te estás compadeciendo de ti mismo. ¡Compadécete de ti mismo! ¡Compadécete más de ti mismo!».

Toda mi vida había temido y evitado el dolor físico. Lo que no era capaz de evitar era el dolor mental —de hecho, nadie puede evitarlo—, y eso fue lo que motivó mis intentos de suicidio. Precisamente lo que esperaba evitar cuando pensaba en morir era un dolor mayor. ¿Autolesión? No, gracias. ¿Autoextinción? Eso sí me atraía

. Y una pausa puede ser suficiente: ese terrible momento de resolución autodestructiva pasa, y conseguimos seguir adelante con nuestra jornada