el debido respeto, fuiste tú quien convenció al Consejo de que el invierno nuclear había terminado. Dijiste que el viaje era seguro.
—Sí, lo bastante seguro para cien criminales convictos que van a morir de todos modos —dijo el canciller, cuya voz destilaba una mezcla de condescendencia e incredulidad—. No quise decir que fuera seguro para mi hijo.