Todo me dio mucho mucho trabajo. Tuve que pelear con alma y vida contra la pereza o la ineptitud propias y a menudo contra la incomprensión ajena, como todo el mundo. No lo digo para parecer una estampita de Santa Víctima, con un ramillete de clavos en las manos, un halo de pisotones en la cabeza y un manto de ortigas sobre los machucados hombros. ¡No! Lo digo sólo para que lo recuerden cuando se desanimen y, mareados por la palabreja éxito, supongan que para otros todo fue cuestión de carambola y varita mágica.