Mi tema ciertamente emociona un poco, como si se acercase demasiado a la vida, que quizá se haya tornado en el fondo demasiado delicada. ¿Por qué se ha vuelto así? ¿Quiere cambiar o prefiere seguir igual? ¿Por qué pregunto esto? ¿Por qué me agobian tantas preguntas, que se presentan de puntillas, una tras otra? Sé, por ejemplo, que puedo vivir sin preguntas. Viví mucho tiempo sin ellas, sin saber nada de ellas. Yo estaba abierto, sin que ellas penetrasen en mí. Ahora me miran casi como si les estuviera obligado. También yo me volví delicado, como alguno. El tiempo es delicado como una aterrada que pide auxilio. Las preguntas imploran, y son delicadas y toscas.