Nunca digas buenas noches a un extraño

cuanto más pensaba en la forma en que íbamos a jugarnos la vida, más me convencía de que estábamos destinados a perderla.

«Nunca digas buenas noches a un extraño»

Entonces sabrá también que al ayudarle estaba infringiendo la Ley.

Era un truco no muy original. Steven Halloways, el actor, lo había utilizado con gran éxito en la última de mis películas. Odié todavía más a mis perseguidores. Ni siquiera se tomaban la molestia de ir al cine

Temblando como un azogado saqué mi propia pistola y disparé un par de tiros contra la oscuridad. No hubo ayes de dolor, ni trozos de hijo de perra saltando por las esquinas.

La voz de Jhon sonó tan milimétricamente segura de sí misma como siempre. Me pregunté qué demonios comerían aquellos aprendices de revolucionario para no tener nunca dudas de nada. ¿Las partes prohibidas de los libros de Stalin

Tenía un cuerpo como para embarcarse en él y ahogarse dentro

La primera vez que vi el rayo bifocal en acción tuve pesadillas durante una semana. La terapia para librarme de ellas fue ver otra vez en acción a los «seguris». La cotidianidad del miedo, creo que lo llamó mi psiquiatra