Maldición

Aprendimos a contar nuestras historias solo cuando los hombres no estaban.

Superamos límites sin dejar de parecer corrientes. Ofrecemos belleza, paciencia y saber científico, también nuestro talento y nuestro corazón, y lo que en su día tuvo de firme nuestro cuerpo: le otorgamos nuestra vida a este mundo, casi siempre sin ser vistas.

Todo es un espectáculo. Las bodas, los nacimientos, las ejecuciones.

Hay quien podría pensar que no es posible echar en falta hasta tal punto a alguien a quien todavía no conoces, o un hogar que nunca has tenido, pero a mí me pasa.

todo momento, ante cualquiera, hablaba sin alzar la voz. A las mujeres de lengua afilada las matan

¡Encorva los hombros!

Que sobre la mujer no caiga más que vergüenza. ¡Que no pueda decir nada que se considere cierto! Hay que arrebatarle lo único que posee: su voz, su cabeza. Arrebatádselo.

¡En esta tierra no hay un solo hombre que haya llegado aquí sin que una mujer se haya abierto de piernas!

Si el Estado quisiera ver menos mujeres muertas, se preocuparía más de nuestros asesinos.

Superamos límites sin dejar de parecer corrientes.