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Álex Mírez

Perfectos mentirosos

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  • Jeaneцитирует3 года назад
    —No, según los registros nacionales, la verdadera Jude Derry murió hace cuatro años. Por eso quiero saber quién eres tú en realidad
  • Mia Saldiasцитирует3 года назад
    Mi voz fue lo único que se escuchó:

    —Escalera real de color.

    Una mano invencible. Un as, un rey, una reina, una jota y un diez. Todos por el culo de Aegan Cash, y sin lubricante.
  • Lilen Altamiranoцитируетпозавчера
    Volví a la sala.

    —Ahora sí —anuncié.

    Aegan casi ladeó la cabeza y volvió a hacerme un repaso, tratando de encontrar lo que me había cambiado de mi atuendo. Me aproximé a él y fruncí el ceño. En ese instante se me ocurrió una idea para hacer más divertida la noche: le seguiría su falso jueguecito a mi sarcástico modo.

    —¿Hay algún problema? —pregunté con falsa incredulidad.

    Aegan entornó los ojos, pero luego relajó la expresión.

    —No, vamos.

    Artie, que había permanecido en estado de shock todo el rato, me siguió cuando salí primero. Comenzamos a bajar las escaleras varios pasos por delante. Con disimulo, se me acercó y me preguntó entre dientes:

    —¿Qué estás haciendo? ¿Qué está pasando?

    —Solo sígueme la corriente —le respondí en un susurro.

    Aegan quería una cita, ¿no?

    Mi respuesta mental era:

    «Acepto, y nos conoceremos, Aegan, de verdad».
  • Lilen Altamiranoцитируетпозавчера
    —Tengo cosas que hacer —dijo Adrik, con tono de «NO rotundo».

    —Nadie tiene cosas que hacer a estas horas —rebatí, como si lo que acababa de decir fuera ridículo.

    —Yo sí —enfatizó él de manera odiosa—. Tengo que ir a meter un tenedor en un enchufe. En pocas palabras: tengo algo mejor que hacer.

    —Pues eso del tenedor lo puedes dejar para más tarde —resoplé—. Iremos todos a cenar.

    Me encaminé hacia la puerta, pero Aegan me arrojó la pregunta para detenerme antes de poner la mano en la manija:

    —Espera, ¿irás así? —dijo, incrédulo. No entendí qué era «así» hasta que me hizo un serio y analítico repaso.

    —Así ¿cómo? —quise saber.

    Volvió a observarme de arriba abajo con el ceño ligeramente hundido. Hubo una chispa crítica en los ojos que disimuló con una inocente extrañeza.

    —Como si te acabara de sacar de un basurero —soltó directo, pero con una falsa y experta voz de confusión inocente.

    Le dediqué una mirada que habría atravesado los sesos de alguien como una bala.

    Bueno, en realidad había olvidado que me faltaban los zapatos, pero me dio la impresión de que para Aegan eso era lo de menos. Lo que le sorprendía era que mi ropa no se ajustaba a lo que usaban para salir las chicas de Tagus, que siempre iban bien arregladas, maquilladas y prolijas, sobre todo si iban a salir con él. Además, hasta el propio Aegan se vestía exageradamente bien y demostraba que el aspecto era muy importante en su estilo de vida. Ropa de diseño, zapatos a la medida, corte de pelo impecable. Un chico con un sentido de la moda marcado y masculino, ¿eh? ¿Qué era? ¿El Chuck Bass del 2019?

    —Esperen un momento —dije, y corrí hacia mi habitación.

    Cogí las botas trenzadas y me las calcé. Me miré en el espejo y me solté el cabello. No me parecía que me viera mal, es decir, al menos esa ropa no estaba vieja y gastada. Pero Aegan estaba acostumbrado a ver tacones, cabellos peinados, bolsos colgando del brazo y perfumes caros. Y yo no iba a darle nada de eso. No tenía ningún interés en complacerlo ni en cumplir estereotipos.

    Y si lo que quería era hacer algo más que solo molestarlo, tenía que emplearme a fondo. De hecho, iba a darle tan duro que rompería ese cascarón de chico perfecto y sacaría al verdadero animal que tenía dentro, ese que yo sospechaba que se esmeraba en ocultar.
  • Lilen Altamiranoцитируетпозавчера
    —. Por alguna razón, todos creen que nos odiamos, y yo no tengo nada contra ti, y tú no tienes nada contra mí, ¿no?

    El silencio alrededor de esas palabras fue tenso, de ese que ocultaba verdades.

    —Claro que no, eso sería estúpido —mentí con una sonrisa.

    —Entonces... —Aegan extendió los brazos en un gesto de obviedad y lanzó su propuesta—, ¿por qué no vamos tú, yo, Adrik y Artemis a cenar?

    —¿Yo y quién? —preguntó Adrik, repentinamente confundido.

    ¿Se había perdido pensando en la inmortalidad del cangrejo y acababa de prestarle atención a la conversación o qué?

    —Eh, yo soy Artemis —le aclaró Artie, un poco descolocada.

    Artie era por Artemis, pero Adrik no lo sabía, así que la observó como si no hubiera reparado en ella hasta ese momento. Asintió con lentitud en un gesto cordial, igual de forzado que mi sonrisa. Luego nos miró a Aegan y a mí.

    —Me parece que no —rechazó, aburrido.

    Avanzó hacia la puerta con toda la intención de irse de la misma forma que se iría alguien a quien no le importaba un pepino el resto de la humanidad.

    Y... ya sabes que todos tenemos un lado cruel, ¿no? Solo que no siempre le dejamos que nos domine. Pero en esos tiempos mi lado cruel y yo simpatizábamos mucho por razones que te explicaré después, así que mientras Adrik se iba en cámara lenta, las palabras de Dash sonaron en mi mente: «Si se trata de una rebelión, Jude pudo aceptar salir una noche con él y luego rechazarlo. Habría herido su ego. Más simple y menos peligroso, ¿no?».

    Aceptar y rechazar. Herir su ego. Eran razones muy válidas, y la oportunidad me pareció perfecta para una pequeña venganza.

    Intercepté a Adrik y lo detuve frente a mí. Su altura sombría me intimidó un poco, pero no se lo demostré.

    —No seas tonto, Driki, salir todos no es tan mala idea —le dije, dando un énfasis burlón a su apodo.

    —No me llames Driki —contestó él, con su habilidad para sonar sereno y odioso al mismo tiempo.

    Y deslizó la mirada obstinada de mí hacia su hermano. Le transmitió reproche, quizá por haber revelado el apodo.

    —Puedes escoger la comida —intenté mediar.

    —No, no puede —rio Aegan, disimulando su necesidad de control.
  • Lilen Altamiranoцитируетпозавчера
    Artie salió de su habitación. Fue chistoso porque pasó de avanzar hacia nosotros muy animada a detenerse de golpe. Como no llevaba las gafas, la expresión de asombro por lo que vio ante ella fue notable.

    —Hola, Adrik —saludó en un tono perplejo—. Hola..., Aegan.

    Luego me miró como diciendo: «Joder, no me dijiste que serían dos».

    Los hermanos hicieron un gesto muy similar e indiferente con la mano para saludarla. Me di cuenta de que eran curiosamente distintos, porque los rasgos de Aegan no se parecían mucho a los de Adrik, excepto por los detalles básicos que sí compartían: el pelo azabache, la altura, los ojos grises y el tono de piel. Por lo demás, habrían pasado fácilmente como solo primos. Pero la genética es rara, ¿no? A veces no nos parecemos a nuestros hermanos.

    Aegan miró el costoso reloj que tenía en la muñeca derecha.

    —Bueno, hecha la entrega, hay que ir a cenar —soltó animoso, y alzó la mirada hacia mí—. ¿Estás lista?

    Era increíble. ¿Por qué quería que saliéramos juntos? Debía de tener un plan. Estaba muy segura de que yo no le atraía de verdad. De hecho, estaba demasiado segura de que todo él era falso. El Aegan real todavía no salía. El papel de Aegan sonriente, caballeroso y perfecto formaba parte de una estratagema.

    —Te dije que no pensaba salir contigo —le recordé.

    —Solos —puntualizó él de forma inteligente—. Y lo respeto.

    —Entonces, ¿por qué tanta insistencia? —me atreví a preguntar, y me crucé de brazos con una sonrisa ladina y suspicaz—. ¿Es que acaso te he impresionado?

    Aegan ensanchó la sonrisa del Grinch. Nada podía quitarle el aire de personaje malvado con planes perversos y ocultos, en serio.

    Se reservó, sospechosamente, la respuesta a mi última pregunta.

    —Será solo una cena para limar asperezas —dijo
  • Lilen Altamiranoцитируетпозавчера
    Para cuando llamaron a la puerta, a diferencia de Artie, yo estaba hecha un lío. Llevaba un boli en la oreja y unas mallas negras. Iba descalza y no parecía una persona de la que alguien en Tagus quisiera hacerse amigo.

    O una persona preparada para lo que vi al abrir la puerta.

    Adrik, con su cara obstinada y somnolienta.

    Y a su lado, Aegan, alto, imponente, rebosante de energía y carisma.

    Ni siquiera tuve tiempo de procesar su obviamente inesperada aparición porque ambos entraron en el apartamento como si una odiosa voz que solo ellos escucharon hubiese gritado: «¡Adelante, chicos, son bienvenidos!».

    —No sé por qué tenía la idea de que todos los apartamentos en Tagus eran iguales —comentó Aegan mientras se movía por la salita y lo miraba todo con curiosidad—. Ya veo que no.

    Además de que nadie lo había invitado, estaba criticando mi apartamento. Qué descaro.

    —¿Qué haces aquí? —le solté, sin saludar. Quería dejarle claro que me habría esperado antes el apocalipsis que su presencia en mi casa.

    —Supe que Driki iba a venir a traerte unos libros y decidí acompañarlo —contestó tranquilamente, como si no necesitara explicar nada más.

    ¿Driki? Oh, por Dios. ¿Llamaba Driki a Adrik? Al desviar la vista hacia Adrik y comprobar que no se había inmutado, lo confirmé. Pude haberme reído con lágrimas, mocos y todo, pero eso habría arruinado mi postura de «lárgate», así que me mantuve seria. El único sonido que se escuchó fue la pila de libros que Adrik, alias Driki, dejó caer sobre el escritorio. Aterrizaron de forma odiosa.

    —Aquí están —dijo.

    —¿Eso es todo? —repliqué, porque en realidad me había imaginado más opciones del maestro de la fantasía y solo había tres libros.

    —He seleccionado los más ligeros para ti —contestó.

    Y eso me tomó por sorpresa. Mucha sorpresa. Tanta sorpresa que balbuceé:

    —Ah..., ¿en serio? Pues gracias, supongo, no me lo espera...

    —Los escogí porque los otros son muy valiosos, y no quiero que los toques —me interrumpió con los ojos algo entornados, al darse cuenta de que yo lo había malinterpretado—. No me gusta prestarlos a nadie. Además, aquí cualquiera puede comprarse sus propios libros.

    Y la sorpresa desapareció.

    Claro, así tenía sentido. Obviamente, Adrik no iba a seleccionar libros de forma especial para una desconocida. ¿Qué me había creído yo?
  • Lilen Altamiranoцитируетпозавчера
    Para cuando llamaron a la puerta, a diferencia de Artie, yo estaba hecha un lío. Llevaba un boli en la oreja y unas mallas negras. Iba descalza y no parecía una persona de la que alguien en Tagus quisiera hacerse amigo.

    O una persona preparada para lo que vi al abrir la puerta.

    Adrik, con su cara obstinada y somnolienta.

    Y a su lado, Aegan, alto, imponente, rebosante de energía y carisma.

    Ni siquiera tuve tiempo de procesar su obviamente inesperada aparición porque ambos entraron en el apartamento como si una odiosa voz que solo ellos escucharon hubiese gritado: «¡Adelante, chicos, son bienvenidos!».

    —No sé por qué tenía la idea de que todos los apartamentos en Tagus eran iguales —comentó Aegan mientras se movía por la salita y lo miraba todo con curiosidad—. Ya veo que no.

    Además de que nadie lo había invitado, estaba criticando mi apartamento. Qué descaro.

    —¿Qué haces aquí? —le solté, sin saludar. Quería dejarle claro que me habría esperado antes el apocalipsis que su presencia en mi casa.

    —Supe que Driki iba a venir a traerte unos libros y decidí acompañarlo —contestó tranquilamente, como si no necesitara explicar nada más.

    ¿Driki? Oh, por Dios. ¿Llamaba Driki a Adrik? Al desviar la vista hacia Adrik y comprobar que no se había inmutado, lo confirmé. Pude haberme reído con lágrimas, mocos y todo, pero eso habría arruinado mi postura de «lárgate», así que me mantuve seria. El único sonido que se escuchó fue la pila de libros que Adrik, alias Driki, dejó caer sobre el escritorio. Aterrizaron de forma odiosa.

    —Aquí están —dijo.

    —¿Eso es todo? —repliqué, porque en realidad me había imaginado más opciones del maestro de la fantasía y solo había tres libros.

    —He seleccionado los más ligeros para ti —contestó.

    Y eso me tomó por sorpresa. Mucha sorpresa. Tanta sorpresa que balbuceé:

    —Ah..., ¿en serio? Pues gracias, supongo, no me lo espera...

    —Los escogí porque los otros son muy valiosos, y no quiero que los toques —me interrumpió con los ojos algo entornados, al darse cuenta de que yo lo había malinterpretado—. No me gusta prestarlos a nadie. Además, aquí cualquiera puede comprarse sus propios libros.

    Y la sorpresa desapareció.

    Claro, así tenía sentido. Obviamente, Adrik no iba a seleccionar libros de forma especial para una desconocida. ¿Qué me había creído yo?
  • Lilen Altamiranoцитируетпозавчера
    —¿Qué libros tienes? —decidí ceder, aunque no muy contenta, para alejar la idea de que «lo detestaba».

    —Te los dejaré y tú escoges. —Se encogió de hombros.

    —De acuerdo —acepté. Mi mandíbula estaba tensa—. Edificio F, piso cinco, apartamento dos.

    Adrik hizo un leve asentimiento y me rodeó para avanzar entre la fila de mesas. Quise dejar que saliera primero, pero él se giró como si se hubiese olvidado de decirme algo. Y me lo dijo, mirándome fija y fríamente con sus ojos intimidantes:

    —Será mejor que pongas los pies en la tierra, Jude Derry. Estás volando peligrosamente alto.

    Salió del aula y me dejó la furiosa sensación de que acababa de amenazarme, sobre todo por el tono bajo y arrastrado en que lo había dicho.
  • Lilen Altamiranoцитируетпозавчера
    Salió del aula y me dejó la furiosa sensación de que acababa de amenazarme, sobre todo por el tono bajo y arrastrado en que lo había dicho.
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