»¿En qué me he convertido en este instante que acaba de pasar? No sé, quizá he cambiado de rostro como el arcángel caído. Creo seguir con vida, pero seguramente una nueva alma me habita, y la sangre se agita tumultuosa por mis venas. Estoy ardiendo de fiebre. ¡Pero estas son horas preciosas! Aunque yo sea un demonio, mi Mathilda está todavía delante de mí. La amo como ninguna mujer fue amada, y ahora lo sabe, y escucha estas palabras que, loco como estaba, creía que la llevarían a la muerte.
»Ven, ven, lo más terrible ya ha pasado. Han acabado los dolores, las lágrimas y la desesperación: ¿no eran esas las palabras que tú decías? Hemos franqueado el abismo del que te hablaba y ahora, escúchame, Mathilda, vamos a encontrar flores, hojas y delicias… ¿o es el infierno, el fuego y las torturas?