La compasión difícil

Dejemos siempre algo por saber, algo por entender, algo que ver por donde pasemos, una olor sin respirar, un libro sin terminar, alguien por conocer, una moneda por recoger, un horizonte por alcanzar. No apuremos la copa, el plato, el destino, que lo que dejemos atrás –sin probar, sin obtener, sin consumir, sin descubrir– de alguna forma nos hará seña

No hace falta viajar a lejanos continentes para hallar la tierra que nos soporta.

No hay nada que esperar, nada que descubrir, nada que desvelar, ninguna fuente o manantial oculto, ningún grial.

Vive como si hubieses muerto. Si nada posees nada puedes perder.

Los griegos fueron más sabios: llamaban ananké a la necesidad con que los átomos se aceptan y se rechazan formando y deformando el universo sin un orden preestablecido.

Desengáñate: no eres más que un punto en una línea infinita de puntos sucesivos.

No hay refugio. Compréndelo. Sólo cuando comprendemos que no hay refugio dejamos de buscarlo.

Acepta la intemperie.

Deja de huir. Deja de evadirte. Contempla tu angustia. ¡Contémplala!

Conviene identificar los sentimientos. Despojarlos de creencia. Redefinirlos.

Corre. Pierde el equilibrio. Cae. Trata de rectificar, de devolver el cuerpo a su eje, de recuperar los apoyos para seguir corriendo. En vano: siente su cuerpo venciéndose hacia lo grave, percibe el cálido jadeo de la muerte, tensa el cuello y, constatando, en un relámpago, la inutilidad del esfuerzo, abandona la voluntad, se abandona.