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Llevar a cabo varias actividades de forma simultánea no solo deteriora nuestra capacidad de concentración. También parece afectar a nuestra memoria operativa o memoria de trabajo, la cual funciona como una especie de «superficie de trabajo mental»

La razón por la que no te acuerdas de dónde has puesto las llaves al llegar ayer a casa después del trabajo es porque tenías otros asuntos en la cabeza y tu atención no se centró en dicha acción. Tu cerebro no recibió ninguna señal de que eso fuera importante, así que no vio necesario memorizar el sitio en el que las dejaste. Te toca a la mañana siguiente mirar por todas partes y a toda prisa hasta averiguarlo.

¿Cuál fue la conclusión? Aquellos acostumbrados a la multitarea obtuvieron los peores resultados. Su memoria operativa era más deficiente que la de los demás.

Al hecho de que el cerebro tenga un tiempo de ajuste y que se quede anclado de manera temporal en la última tarea realizada se denomina en lenguaje científico atención residual (attention residue). Aunque creas que solo estás dedicando un par de segundos al correo electrónico, en realidad, el precio que pagas es más alto. No es posible decir con exactitud cómo de largo es ese periodo de ajuste, pero hay estudios que sugieren que han de pasar varios minutos antes de que el cerebro pueda concentrarse al cien por cien en una actividad concreta tras ese cambio de atención.

Al escuchar una conferencia mientras escribes un correo electrónico, por mucho que te quedes impresionado por tu capacidad de llevar a cabo ambas cosas al mismo tiempo, lo único que haces es girar rápidamente la atención de una cosa a otra. Es verdad que es posible hacer esto en una décima de segundo; a pesar de ello, el problema radica en que el cerebro se queda un rato anclado en una tarea antes de pasar a la siguiente. Es decir, al girar tu interés hacia el correo electrónico, seguirá, hasta cierto punto, con las antenas puestas en la charla; lo mismo ocurre cuando dejas el mail y vuelves a prestar oído al conferenciante

cerebro tiene un talento increíble para manejar de forma paralela gran cantidad de procesos diferentes. No obstante, hay en él un área específica en la que dicha habilidad se encontraba severamente limitada: la que tiene que ver con nuestra concentración.

Tony Fadell, uno de los directivos de Apple que trabajó en el desarrollo del iPad, se manifestó en términos parecidos al ver hasta qué punto los niños se sentían atraídos por el nuevo dispositivo digital: «Me despierto con sudores fríos y pienso: pero ¿qué es lo que hemos inventado? Mis propios hijos sienten, cuando les limito el acceso a la tecnología, como si, literalmente, les estuviera arrancando una parte de su persona. Se vuelven muy emotivos y susceptibles, y tienen síndrome de abstinencia durante los días posteriores»

El hombre detrás del «pulgar hacia arriba» cuestiona su propio descubrimiento y afirma que es demasiado tentador. En una entrevista, expresaba sus remordimientos de la siguiente manera: «Es habitual que la gente invente cosas con la mejor intención y luego se dé cuenta de que lo que ha hecho tiene consecuencias negativas que no fueron previstas al principio»

Muchas de estas empresas han contratado científicos expertos en el comportamiento humano e investigadores del cerebro para que las aplicaciones ataquen nuestro sistema de recompensa de la manera más efectiva y directa, y así nos volvamos sumamente adictos a ellas. Es innegable que, desde una estricta perspectiva económica, han tenido gran éxito a la hora de infiltrarse en nuestros cerebros

A menudo, el like que tu contacto te ha puesto en la foto de tus vacaciones no te aparece de inmediato. Esta demora en la llegada de los corazoncitos y los pulgares hacia arriba se produce porque, a veces, las redes tratan de esperar a que nuestro sistema de recompensa se encuentre estimulado al máximo. Así, al dividir el estímulo en pequeñas porciones, lo que consiguen es crear una expectativa de retribución digital tan alta como sea posible.