Trío

Sigrid Hjertén y Hilma af Klint.

—No sé quién hubiera sido yo si no los hubiera conocido.

intercambiando capturas de pantallas, enlaces a artículos y citando fragmentos de conversaciones entre extraños que habíamos escuchado en cafés, en el metro o en la cola de la caja de alguna tienda. Era como si estuviéramos creando un relato común de nosotros juntando impresiones, opiniones y fragmentos de los sucesos diarios. El relato no tenía relación alguna con aquello que sucedía fuera del chat, y a veces me preguntaba si nuestra recopilación estaba dedicada a un público ausente pero imaginado que ni siquiera tenía acceso a nuestros mensajes privados.

«¿Estar bien mientras el mundo se colapsa?». Luego borré los signos de interrogación.

una especie de desasosiego, como un hambre roedora, y solo tardaba un par de segundos en comprender de dónde provenía. Con cierto esfuerzo, era capaz de desviar mi mente de August, pero era como si su ausencia asediara mi cuerpo como un dolor agudo en los músculos.

salí con chicas que se corrían cuando yo hacía un esfuerzo

la sensación de que se me habían ocultado otras alternativas de vida.

era la vida en Estocolmo lo que nos hacía creer que solo había una manera de vivir, porque la ciudad echaba a patadas a todos los que no abrazaban esa vida, bien porque no podían, bien porque no querían.

sin poder ocultar mi fascinación ante la posibilidad de vivir sin desvivirse por hacer una carrera exitosa, tener una vivienda más grande o más cosas.

Nos fotografiamos los unos a los otros, fotografías que pensé que miraría más tarde —en una semana, en un mes, en diez años— para recordar una especie de felicidad esquiva que revoloteaba dentro de mí como un animalito que se alejaría corriendo si no tenía cuidado.