fuera del alcance de la razón, y oscilando entre disgusto y fascinación, intensifica los estímulos de una sociedad que se ha vuelto insensible por el aburrimiento y el consumo mediático. Le ofrece la posibilidad de experimentar algo “auténtico”, más allá de la insignificancia y la nivelación de todas las diferencias de la vida cotidiana. También reintroduce en el campo visual lo que normalmente se excluye, pero que es inherente a procesos de formación cultural.