El complejo arte-arquitectura

El intervalo es una pausa cognitiva. Pero no es un momento de centrado. Eso lo diferencia de la mayoría de los espacios arquitectónicos.

Caminando por la calle o atravesando el metro a menudo experimentamos un lapsus momentáneo y nos sentimos perdidos. La gente no suele ser consciente de esos momentos. Los intervalos te vuelven consciente de ellos. Te das cuenta de que el lapsus no es simplemente un punto ciego, sino un momento que requiere una decisión. En cualquier caso, te trae de vuelta hasta ti mismo y hasta la realidad del momento. El intervalo te hace perder el paso, lo cual te da qué pensar.

La arquitectura está hecha de conexiones, de tejidos entre espacios, de los que la escultura puede prescindir. Esa suspensión ocurre en el intervalo. No es una articulación porque es espacial; es una ruptura que conecta. En arquitectura a uno lo dirigen unas conexiones que están subordinadas a la función. Esto es exactamente lo opuesto del intervalo en mi nueva obra; no hay ninguna función, solo decisión.

El intervalo interrumpe tu cadencia. Cómo percibes depende de cómo caminas; si cambias de dirección, tu percepción cambia. Si tienes que tomar una decisión sobre tu dirección, esta se convierte en una idea.

La toma de decisiones en mis esculturas significa que tienes que afrontar elecciones específicas en el aquí y ahora.

¿Cómo se interesó en esta desorientación?

Estar perdido te hace volver sobre ti mismo y tener que elegir una dirección sin saber adónde llegarás podría generar ansiedad.

Este no fue el caso, por ejemplo, de Jorn Utzon en su Ópera de Sidney; ahí tienes todavía al arquitecto y al ingeniero en una única mente y el edificio es de una claridad tal que deja a todos sin aliento. Pero la división se vuelve problemática con la arquitectura posmoderna, y cada vez más arquitectos se limitan al diseño de la ornamentación como revestimiento.

Uno de los grandes problemas que veo hoy en día en la arquitectura es la división entre la estructura, la parte más ingenieril y el revestimiento, la parte más arquitectónica. El arquitecto deviene la persona que se centra un poco en el trazado y mucho en el ornamento, sea este cristal, titanio curvado, o una superficie escenográfica, mientras que la estructura queda en manos del ingeniero.

Uno de los grandes problemas que veo hoy en día en la arquitectura es la división entre la estructura, la parte más ingenieril y el revestimiento, la parte más arquitectónica. El arquitecto deviene la persona que se centra un poco en el trazado y mucho en el ornamento, sea este cristal, titanio curvado, o una superficie escenográfica, mientras que la estructura queda en manos del ingeniero.

Uno tiene que encontrar el modo de transgredir las formas, de ver las formas de un modo novedoso. Aquí las formas son tan inesperadas que no te llevan de vuelta a su lógica, a su estructura.

El problema con esos espacios fluidos es que nunca te sientes afianzado en ellos y yo sigo interesado en fijar al espectador en una experiencia de lugar. Muchos de esos espacios tan solo pasan sobre tu cabeza.