La trenza

que más le gustaba a Giulia era notar el viento en el pelo, la embriagadora sensación de libertad e infinito que produce la velocidad.

Su madre le vendó la mano y luego asó la rata. Se la comieron juntos para cenar.

Smita no tiene dinero para comprar el uniforme que llevan allí los escolares, pero no importa. Su hija irá guapa el primer día de escuela, se dice.

Espera que Lalita coma con apetito en su primer día de escuela. Para aprender a leer y escribir se necesita energía.

Así pues, Sarah había construido un muro absolutamente impenetrable entre su vida profesional y su vida familiar, que, como dos líneas paralelas, seguían sus respectivos cursos sin encontrarse jamás.

En momentos así envidiaba la tranquilidad de su marido, la fascinante tranquilidad de los hombres, en quienes ese sentimiento parecía curiosamente ausente.

Madre de familia, alta directiva, mujer trabajadora, it girl, wonder woman: etiquetas que las revistas femeninas les colocan a mujeres como ella, como si fueran bolsos que les cuelgan del hombro.

Ya no hay improvisación, se ha aprendido el papel, lo interpreta, lo repite cada día, cada semana, cada mes, todo el año.

El tiempo de la despreocupación, el de antes del bufete, de la maternidad, de las responsabilidades, queda lejos.

Sarah vive contra reloj desde que se levanta hasta que se acuesta.