Todo lo que me ata al mundo, todos los vínculos que me constituyen, todas las fuerzas que me habitan no tejen una identidad, como la que se me incita a blandir, sino una existencia, singular, común, viviente y en la que emerge en algunas partes, en algunos momentos eso que llamo “yo”. Nuestro sentimiento de inconsistencia no es sino el efecto de esta tonta creencia en la permanencia del Yo, y del escaso cuidado que ponemos en aquello que nos produce.