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Christopher Bird,Peter Tompkins

La vida secreta de las plantas

Las plantas son seres vivos maravillosos. Son las únicas criaturas que, en medio del silencio, producen su propio alimento y, sin duda, constituyen la mayor fuente de riqueza de nuestro planeta: incluso el carbón y el petróleo fueron vida vegetal en el pasado. Los estudios y experimentos sobre la comunicación de las plantas indican que todos los seres vivos —el hombre, las plantas, la Tierra, los planetas y las estrellas— se relacionan íntimamente entre sí: lo que le ocurre a uno de ellos afecta a los demás.

“La vida secreta de las plantas” recopila una serie de logros y hallazgos relacionados con el mundo vegetal realizados por diversos investigadores, exponiendo las diferentes relaciones físicas, emocionales y espirituales que se dan entre las plantas y el hombre. A través de sus páginas descubrimos que las plantas pueden ser fiables detectores de mentiras y eficaces centinelas ecológicos, que tienen la capacidad de adaptarse a los deseos humanos e incluso de comunicarse con el hombre, que responden a la música o que tienen importantes poderes curativos. Peter Tompkins y Christopher Bird sugieren que la revolución más trascendental, aquella que podría salvar o destruir el planeta, puede venir desde nuestro jardín.
601 бумажная страница
Правообладатель
Bookwire
Дата публикации оригинала
2017
Год выхода издания
2017
Издательство
CAPITÁN SWING LIBROS
Переводчик
Andrés Mateo
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Цитаты

  • Luli Serrano Eguiluzцитирует4 года назад
    las plantas pueden aficionarse rápidamente a los seres humanos y establecer una relación armónica con ellos
  • Pato Pereyraцитирует19 часов назад
    Así pues, la raíz es una especie de bomba de agua. Esta opera como un solvente universal, vivificando los elementos desde la raíz hasta las hojas, evaporándose y volviendo a caer a la tierra, para servir una vez más de medio de esta cadena de vida. Las hojas de un girasol corriente transpiran en un día tanta agua como la que suda un hombre. En un día cálido un solo abedul puede absorber hasta cerca de 400 litros, exudando una refrescante humedad por sus hojas.

    No hay planta que no tenga movimiento, según Francé; todo crecimiento es una serie de movimientos; las plantas están constantemente dedicadas a inclinarse, girar y temblar. Describe un día de verano en que millares de brazos como pólipos se destacan de un árbol pacífico, estremeciéndose y temblando de impaciencia por llevar alimento al grueso tronco que crece debajo de ellos. Cuando el zarcillo, que describe un círculo completo en sesenta y siete minutos, encuentra algo saliente, a los veinte segundos empieza a curvarse en torno al objeto, y al cabo de una hora se ha enroscado a él con tanta firmeza que es difícil separarlo. Entonces se convierte en una especie de sacacorchos y levanta hacia sí la enredadera.
  • Pato Pereyraцитирует19 часов назад
    A principios del siglo XX, un experto biólogo vienés de nombre gálico, Raoul Francé, lanzó la idea, extraña y hasta escandalosa para los filósofos naturales de aquel tiempo, de que las plantas mueven su cuerpo con la misma libertad, facilidad y gracia que el más hábil animal o ser humano, y la única razón de que no caigamos en la cuenta de esto es que lo hacen a ritmo mucho más lento que los hombres.

    Las raíces de las plantas, decía Francé, buscan su camino inquisitivamente hacia el interior de la tierra, sus capullos y vástagos describen círculos concretos, sus hojas y flores se inclinan y estremecen ante el cambio, sus tallos y ramitas exploran en torno suyo y alargan sus brazos espectrales para tantear sus alrededores. El hombre, decía Francé, cree que las plantas no se mueven ni sienten porque no se toma el tiempo suficiente para observarlas

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