Salvo Afrodita, no hay en este planeta nada más bonito que una flor, ni más esencial que una planta. La verdadera matriz de la vida humana es la capa de verde césped que cubre a la madre tierra. Sin las plantas verdes no comeríamos ni respiraríamos. Bajo la superficie de cada hoja hay un millón de labios móviles que se dedican a devorar anhídrido carbónico y a despedir oxígeno. Más de 64 millones de kilómetros cuadrados de superficies cubiertas por hojas están cada día realizando este milagro de la fotosíntesis, produciendo oxígeno y alimentos para el hombre y los animales.
La cantidad principal de los 375.000 millones de toneladas de alimentos que consumimos al año procede de las plantas, que los sintetizan del aire y del suelo con la ayuda de la luz solar. El resto deriva de productos animales, que también proceden de las plantas. Todos los alimentos, bebidas, estupefacientes, drogas y medicinas que mantienen vivo al hombre, y si los usa como es debido, radiantemente sano, están a nuestra disposición gracias a la amabilidad de la fotosíntesis. El azúcar produce todos nuestros almidones, grasas, aceites, ceras y celulosa. Desde la cuna hasta la sepultura, el hombre necesita celulosa como base para su vivienda, vestido, combustible, fibras, cestería, cuerdas, instrumentos musicales, y el papel en el cual consigna por escrito su filosofía. La abundancia de las plantas que para su beneficio utiliza el hombre queda perfectamente indicada en las seiscientas páginas, aproximadamente, del Dictionary of Economic Plants (Diccionario de plantas económicas), de Uphof. La agricultura es la base de la riqueza de una nación, y en eso están de acuerdo todos los economistas