Dios considera nuestro beneficio más bien que nuestros deseos. Nosotros desearíamos salir del arca antes que el piso estuviese seco; y quizás, si la puerta estaba cerrada, nos dispondríamos a desmontar el techado. El tiempo en que Dios otorga sus favores es, con toda seguridad, el mejor, ya que es entonces cuando su gracia está madura para nosotros, y nosotros estamos preparados para recibirla