Lascivia

No siempre se lastima cuando no se quiere.

solo estás apegada a la estabilidad —empieza—. Como probaste otra cosa, te estás debatiendo entre la moral y lo que crees sentir. En sí, es como una tonta cuestión de amor o placer, así lo analiza tu cerebro.

—Dije que no quería, no que no sabía.

Recuesta la cabeza sobre mi pecho inundando mis fosas nasales con la fragancia de mi champú en su cabello… No niego que me gusta la sensación y el calor de tenerla cerca. Se queda ahí, quieta como si estuviera escuchando los latidos de mi corazón, latidos que se están acelerando teniéndola como si fuera única y exclusivamente para mí.

Como tú debes de estar acostumbrada a que veneren lo hermosa que eres —las palabras salen sin pensarlas.

—La vida es demasiado corta para pensar en todo el mundo. Haz lo que tu corazón te diga, aunque tengas miedo, aunque esté mal, aunque después te arrepientas, porque si no lo haces, de todos modos te vas a arrepentir por no haberlo intentado.

—Eso es imposible. —Me da una nalgada—. Eres una sensual ninfa de ojos azules, eso no se esconde ni se disimula.

«Mi coronel»… Ya quisiera ser suyo.

Se pierde entre la vegetación con el cabello suelto y parece una ninfa, un ser sobrenatural,

Hay llamaradas de pasión que destruyen
amores inmensamente grandes

No tiene que usar el estirado apellido de su marido —replica papá—. De hecho, no tienes que casarte todavía, puedes esperar unos treinta o cuarenta años más.