Ella no quiere rascacielos; lo que quiere es bosque. Pero debe de estar exhausta y, esta vez, a pesar de la sabiduría de sus fibras, no parece saber cómo encontrarlo. Tampoco las demás. Hechizadas por la luz, todas vuelan en remolino alrededor de la punta filuda del edificio que las atrae y las ignora, que ostenta su victoria eléctrica y les dispara luz y voluntad de acero y de vidrio, de cables y de dueños