Lo que es un hecho es que en sor Juana, como en los trovadores, el amor real es el amor desgraciado, la huella de amor que no se olvida para que, en la memoria, sea presencia de amor. El “agua” va borrando “lo que va dictando el fuego”. Pero es éste un borrar que no se borra, una ausencia que es presencia y, a fin de cuentas, presente ausencia, unión de los opuestos en el alma. Dirá sor Juana que mucho dista “lo vivo de lo pintado”. Diríase que ella prefiere lo pintado a lo vivo: amor que se busca ausente, recuerdo, “memoria del olvido” para llegar a ser