No es raro en absoluto que estemos esperando pasar la página tan fervorosamente. Como si en efecto fuera cuestión de vida o muerte. Vida o muerte. Pasar las páginas. Cuando pasamos de página volvemos a nacer. Vivir y morir y vivir y morir y vivir y morir. Una y otra vez. Y la verdad es que así tiene que ser. Así es como se debe leer. Sí. Sí. Pasar las páginas. Pasar las páginas. Con alma y vida.
En una escuela de un pueblo cercano a Londres, una joven esboza sus primeras historias en las últimas páginas de un cuaderno de ejercicios como una vía de escape al tedio de las clases, del mundo en general. La chispa de la escritura prendió en ella y así se lo hace saber su profesor de Literatura. No hay escritura sin lectura, y la narradora recuerda las biografías de estrellas de Hollywood de las que su abuela era fanática y los libros de Roald Dahl que le leía su madre.
Mientras prepara sus exámenes preuniversitarios, trabaja en un supermercado, en la caja 19. Un ruso grandote, que siempre despliega la misma rutina exótica para hacer sus compras, un día le regala un ejemplar de Más allá del bien y del mal.
Bennett construye en Caja 19 una historia tan atrapante como inolvidable, que se desarrolla en paralelo a una suerte de lista de libros que no para de crecer y se va convirtiendo en el espejo de una vida, esfumando los límites entre libros y lectores. Claire-Louise Bennett escribe como nadie más. Es un talento raro. Y Caja 19 es una novela magistral. Karl Ove Knausgard