Nunca he conocido a una persona más humana que Katsimbalis. Paseando con él por las calles de Amarusion, tuve la sensación de caminar por la Tierra de una forma totalmente nueva. Ésta se volvió más íntima, más viva, más prometedora. Con frecuencia hablaba del pasado, cierto es, pero no como algo muerto y olvidado, sino como algo que llevamos dentro de nosotros, algo que fructifica el presente y hace atractivo el futuro. Hablaba de cosas pequeñas o grandes con la misma reverencia; nunca estaba demasiado ocupado para hacer una pausa y referirse a las cosas que lo emocionaban; tenía un tiempo inacabable en sus manos, lo que es, en sí, la marca de una gran alma.