Todo el mundo lee a Maquiavelo, tanto los vencidos como los vencedores —incluso Silvio Berlusconi se atrevió a prologar El príncipe—.Entonces, ¿por qué darles prioridad a los que leen a Maquiavelo para evitar el desastre? ¿Acaso por fidelidad al destino atormentado de ese hombre? No solamente. Es porque sabemos bien que el nombre de Maquiavelo solo surge cuando ruge la tormenta. Anuncia las tempestades, no para prevenirlas, sino para enseñarnos a pensar en épocas tormentosas.