Giskard le tendió la mano; fue el gesto más humano que Baley había visto jamás en el robot.
Baley se la estrechó. Los dedos de Giskard eran fríos y duros.
—Adiós… amigo Giskard.
—Adiós, amigo Elijah, y recuerde que, aunque haya gente que aplique esta frase a Aurora, a partir de este instante la Tierra es el auténtico mundo del amanecer.