Esto, todas estas letras, son un abrazo: son una mano en el hombro y la declaración, si sirve de algo, como a mí me sirvió, de que aun en lo que más nos genera pudor de nuestra historia, aun en el momento más doloroso de nuestras biografías, lo que consideramos innombrable; no estamos solas. No estuvimos solas. No estamos más solas. Porque la violencia fue contra cada una, pero la reivindicación, la reconciliación y la reparación serán colectivas.
Ni la vergüenza ni la culpa están más de nuestro lado.
Nuestros cuerpos marcados, afectados, cicatrizados y vivos tienen derecho al placer.