Aun quienes son efectivamente escépticos, como Kelsen y Ross, Alchourrón y Bulygin no es cierto que sean indiferentes al origen y contenido de los sistemas jurídicos, ni que legitimen cualquier configuración del poder político (los escépticos mencionados son o han sido decididos defensores de la democracia, y Kelsen ha sido personalmente víctima de su ausencia).