Los castigos de este mundo son menos eficientes de lo que pudiera desearse; pero aun prescindiendo de que más tarde fuera llamado a un juicio más severo, muy bien podemos suponer que, tratándose de un hombre de la sensibilidad de Henry Crawford, éste iba haciendo acopio de buenas provisiones de desazón y pesar, desazón que a veces habría de llevarle a reprocharse su propia conducta, pesar que a menudo se convertiría en desesperación, por haber correspondido en aquella forma a la hospitalidad, destruido la paz familiar, perdido su mejor, más digno y querido círculo de amistades, y haberse jugado de aquel modo el cariño de la mujer que había amado, no sin razón, tan sincera como apasionadamente.