Los Adivinos

Evangeline Mary O’Neill! —exclamó su madre.
—Tu madre es la secretaria de la Sociedad de Mujeres por la Abstinencia de Zenith

Todas las mujeres Fitzgerald eran menudas, de ojos azules, rubias e irremediablemente

Era el único descapotable de Zenith, la flor y nata de la franquicia

con Norma Wallingford

quién cree en hechizos y duendes cuando existen automóviles, y aviones, y el Cotton Club, y hombres como Jake Marlowe, que están llevando a Estados Unidos a lo más alto de la

H-O-L-A.
—Ese es el espíritu —se burla alguien.
—¿Cómo te llamas, oh, gran espíritu? —insiste la anfitriona.
El puntero se mueve a toda prisa.
J-O-H-N-E-L-T-R-A-V-I-E-S-O.

Yo... os... enseñaré... lo... que... es... el... miedo —lee la anfitriona

todo ello como una febril pintura dadaísta que hubiera cobrado vida

de dos señoritas elegantes que cotillean sobre la trágica muerte de Rodolfo Valentino mientras pasean a un caniche

viento estaba allí cuando el presidente Lincoln cayó bajo la bala de un asesino