Por fin, me contemplé. Y vi.
Donde antes había morado un solo espíritu, ahora habitaban dos, y eran tan opuestos el uno del otro como una pluma brillante frente a un hueso roto. Un hilo negro, delgado como el filamento de una flor de invierno, había brotado del centro de mi herida, haciéndose más ancho a medida que se derramaba sobre el costado enfermo de mi cuerpo, como la enramada de un árbol de ceniza. Se había expandido sobre mis doce costillas e invadido parte del omóplato, igual que la madeja desatada de un grueso hilo, igual que el ala desplegada de un cisne negro, sangre quieta y estancada, propagación de la peste de Caín. Mitad mujer, mitad pájaro. Cuerpo de leche heredado, salpicado de veneno.