Mi razón flaqueó, pero no me falló del todo. Más de una vez había observado que, en mi segunda personificación, mis facultades parecían haberse agudizado hasta cierto punto y mi ánimo haberse vuelto más tenso y elástico; y así sucedió que, allí en donde Jekyll quizás hubiese sucumbido, Hyde estuvo a la altura de las circunstancias