Ensayo general

No son años perdidos, la vida tiene una manera particular de derramarse y despilfarrarse cuando somos felices y de recogerse y esperar en la adversidad. Este año no ha habido «el mejor baño del verano», tal vez el año que viene haya dos.

Hay años enteros en los que no pasa nada, en los que simplemente no nos es dado el mejor baño del verano (ni la mejor fiesta de cumpleaños, ni unas Navidades felices, ni un amor inmortal). Hay años con fiestas de cumpleaños de mierda, Navidades solitarias, libros mediocres y amores que solo servirán para guiarte hacia otros

A partir del 17 de agosto ya no hay nada que hacer, sabes que este no va a ser el verano de tu vida.

LOS AMORES DE AGOSTO

Las historias de amor que no ocurrieron también ocurrieron y tal vez hayamos vivido mucho más de lo que hemos vivido.

el empujón adolescente más significativo que un beso en la boca,

Si al besar por primera o por milésima vez a un hombre (o a una mujer) no sientes un deseo inmediato e irrefrenable de estar con él (o con ella) es que la historia (de un día, de siete años, de ciento cincuenta, da igual) ha acabado. Lo sé yo y lo sabe el universo entero desde el principio de los tiempos. Entonces uno puede casarse o seguir casado con esa persona, ser bastante feliz, tener hijos, viajar, bailar, tener amigos, escribir y leer libros, comprar objetos bonitos, tener perro, mejorar el mundo, cocinar, divertirse, emborracharse, jugar a golf, ver partidos de fútbol y de tenis, ser bastante bueno en la cama, tener un trabajo satisfactorio, comprar y decorar casas, dirigir empresas, pintar cuadros, no sentirse horriblemente solo, ser un miembro destacado de la sociedad, ganar dinero, cultivar un huerto o un jardín, tener una vida fantástica y muchos planes de futuro y hacer el amor una vez a la semana. O nunca más.

Y finalmente un día entendí que mi madre –la mujer que jugaba con sus perros en las playas de Cadaqués y la mujer que leía sentada en el suelo con las piernas cruzadas como una niña de cinco años, pero también la mujer que un día, tardíamente y con plena consciencia, decidió que tal vez la experiencia de la maternidad sí que valía la pena y no se la quería perder– decidió querernos y educarnos con lo que consideraba su parte más valiosa: la cabeza.

). ¿Cómo iba a vivir sin él? No lo sabía. El dolor o se sustituye por más dolor

«dejaron de sucederme historias y comenzaron a pasarme cosas».