La expedición al baobab

Más bien debería decir: yo también sobrevivo aquí, pero solo me tengo a mí

Y guardar silencio, también, tal vez guardar silencio hasta el punto de soñar hacia fuera, pues el sueño es nuestro séptimo sentido.

sostenida en los recuerdos de un pasado de diferente orden.

No puedo recordar vuestros rostros, pero eso no importa. Recuerdo vuestro maravilloso afecto.

Puedo decir: esto es mío. Puedo decir: esto soy yo. Estas son las huellas de mis pies. Estas son las cenizas de mi chimenea. Estas son mis piedras de moler. Estas son mis cuentas. Mis fragmentos.

Solo cuando estoy dormida sé a ciencia cierta quién soy, pues reino sobre mis horas de sueño y ocupo satisfecha mis sueños.

¿Qué no sería capaz de perseguir si se me concediera la posibilidad de hacerlo, y mi habilidad detectivesca no se viera con tanta frecuencia frustrada, y el camino no se perdiese en mi interior?

El tiempo se convierte en cuentas y luego en basura.

el sueño es nuestro séptimo sentido.

Con acritud, pues. Pero no me permitía tal cosa. Con sensación de ridículo, pues, que es más afable, que no pierde su transparencia y todo le da igual; y, como vuelve un pájaro a su nido, puedo yo volver a deslizarme por el tronco de un árbol y reír para mis adentros.