Óscar García Sierra

estaba convencido de que en eso consistía una relación, en escuchar al otro para no tener que escucharse a uno mismo.

El tiempo es como un chicle que recupera su sabor de vez en cuando.

no me fío de la percepción de la felicidad.

Estoy seguro de que me daré cuenta de que fui feliz cuando esté haciendo las mismas cosas que hacía, pero en una cama vacía.

como si bastase una explosión para que un lugar deje de encontrarse donde dicen los recuerdos,

–Se está mejor solo, aunque a veces... me apetece, no sé, comprar un paragüero. ¿Me entiendes? Yo echo de menos que no me dejen hacer lo que me da la gana. Es que no me presta hacer las cosas mal. Al final lo único que hace es que sienta que no le importo a nadie. Antes llegaba a casa borracho un martes y me sentía valorado. Ahora llego a casa y veo todo lleno de mierda y me quedo un rato parao en la puerta, esperando que alguien me grite, y acabo vomitando en el suelo. Me apetece comprar un paragüero.

Milagros no dice nada. Como decía su primo Teodoro, a veces resulta muy agradable sentirse ofendido

Milagros, que ya ha estado más veces en esta situación, sabe que la mejor manera de combatir la tristeza es transformarla en rabia

Desde hace un tiempo Xairu siente que todo lo que le sucede es aburrido y monótono, y que los recuerdos de esos mismos sucesos nunca son neutros, siempre se vuelven demasiado felices o demasiado tristes, y el presente siempre queda dominado por esa sensación de que recordar algo es mejor que vivirlo, porque los recuerdos no se corresponden con la realidad.

Xairu se echa un último vistazo a la nariz, taponada, pero aparentemente sin ropa tendida, y sigue a su madre.