Se retiró la grúa con las mismas dificultades que a la llegada y dejó tras de sí montones de ladrillos rotos, de yeso, chatarra y desechos de todo tipo, y en un mes no se vio ya a nadie, se hizo el silencio y reinó una calma absoluta, excepto de noche, cuando las ratas empezaron a rondar y a atacar los cubos de la basura.