David Tejera

  • Jorge Cavazosцитирует2 года назад
    Nadie dijo nada durante un rato, porque después de treinta y tantos años ya se habían dicho casi todo lo que había que decirse, pero Clay fue incapaz de seguir aguantando el silencio y carraspeó.
    —Los quiero, chicos —dijo, y su voz lo traicionó y se le quebró como si fuera un niño de doce veranos.
  • Jorge Cavazosцитирует2 года назад
    Una sonrisa se dibujó en el rostro de Gabe durante un buen rato, antes de desaparecer como una luna creciente que se oculta detrás de unas nubes.
  • Jorge Cavazosцитирует2 года назад
    Tigre Ciego murió a causa de un flechazo que sin duda no vio venir
  • Jorge Cavazosцитирует2 года назад
    peleaba como una berserker kaskariana que acabara de encontrar a su marido poniéndole los cuernos con su hermana
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    Pero había detalles que aún desconocía, por lo que preguntó al más viejo de los guardias, que había empezado a cortarle el jersey de la prisión para colocarle los electrodos. (Ya le había afeitado la pierna esa mañana, justo antes de que Edmund Walker Reese, Eddie para esos amigos que no tenía, diese buena cuenta de su última comida: un sencillo y saludable cuenco de sopa de pollo con fideos.)
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    Sí, Eddie, tendrás mucho público. —Graves lo llamaba por su apodo aunque no fuesen amigos, en ningún sentido, pero a Edmund no le importaba—. Al parecer, hay mucha gente que quiere ver cómo te fríen
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    La crueldad cruzó la mirada de Carl Graves como una cerilla encendida. Edmund reconocía esa crueldad, y le gustaba
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    Soy especial», pensó Edmund. Sabía que era cierto, o que lo había sido en el pasado. No estaba seguro de que lo fuese ahora. En otro momento, había tenido una misión. Le habían dado vida, luz y también una misión. Un cometido sagrado, según le dijeron
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    ¿Cómo de especial? —preguntó, porque quería oírlo.
    —Esta silla. Ahumadita. La mayoría de las sillas eléctricas tienen nombre, y a muchas las llaman Chispas, pero aquí en Filadelfia las llamamos Ahumadita. Pues esta lleva en el almacén desde 1962. El último cabrón al que freímos en esta cosa fue Elmo Smith, violador y asesino. Y luego dejaron de usarla. Hemos recibido nueve órdenes de ejecución desde la de Elmo, pero las recurrieron todas y se libraron. Y ahora te toca a ti, Eddie. El diez de la suerte
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    No —se reprendió a sí mismo—. No eran chicas. Solo eran cosas. Un número. Un propósito. Un sacrificio.»
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