Es que una empieza a caer y no se pregunta nunca cuándo es que vamos a parar
Leida Castellanosцитируетв прошлом году
igual que sabe que hay que beber: agua para seguir llorando, mezcal para seguir siendo
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Una no puede explicar —¡cómo!— cómo es que está cayendo. Decir hoy no me bañé hoy no comí hoy vi cuatro capítulos de cualquier cosa hoy no lavé trastos hoy no abrí las ventanas. hoy hoy hoy y de pronto son dos semanas veinte días veinte meses (o cinco o ya no sé cuánto) pero —claro— una come una no podría decir hace dos meses que no como
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y una puede mirarse al espejo de frente, pintarse los labios, arreglarse las medias pensar —porque no hay a quién decirle— me queda bien, me veo linda
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ningún lugar del mundo es mío porque sigo durmiendo
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Una puede salir a la calle cruzar las avenidas encontrar rutas de autobuses que no crucen la memoria
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Las calles son ajenas porque ningún país es patria para llorar.
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Y, sin embargo, entre los pliegues de cada recuerdo feliz o no la ausencia siempre se hace espacio.
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Mi madre habrá estado contando que su hija viaja ‘todo lo que puede’ por no decir nomás que su hija viaja porque no aprendió a quedarse.
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La memoria es esto: un silencio en medio de la ciudad que no se avejenta.