Pero es que, más de dos siglos después de su inicio, ni siquiera hemos acabado de completar la primera gran transición energética. Cerca de 3.000 millones de personas (en África, Asia monzónica y América Latina) siguen dependiendo —principalmente para cocinar, y algunas también para calentarse— de las energías tradicionales de biomasa: en 2020, la leña (y el carbón vegetal fabricado a partir de ella), la paja y el estiércol seco seguían suministrando alrededor del 5 % de la energía primaria mundial.