Todos nosotros, cada uno a nuestra manera, éramos asociales, afirmó Z. «A uno le molesta la música del vecino; al otro no le apetece nada unirse a un frente único; el avaro deja que los otros paguen lo suyo; el que quiere mantenerse sobrio, en una borrachera está fuera de lugar; el impuntual se hace esperar, y el que no sabe perder se margina por aguafiestas. Se ve como una afrenta que alguien presuma de no entender nada de fútbol. En resumen, la solidaridad no está tan extendida como sus adalides pretenden.»