Raquel Marín

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    Así llega la muerte. Y pienso, de nuevo, en ese muchachito que está ahí debajo, en esa tierra recién removida. Pienso en su vida y en su muerte demasiado breve y que, sin embargo, tiene tan larga significación para mí.
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    A veces, la ferocidad y la sangre afloran a los ojos de los niños de forma mucho más viva que a los de los hombres.
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    Luego, un día, sentí compasión por ellos. Compasión y envidia mezcladas, quizá. Me pregunté: «¿Por qué van de camino?». En general, los mendigos que van de pueblo en pueblo, entre jaras, espinos y senderos, no son hombres demasiado viejos, ni enfermos. Podrían trabajar. Eso dicen los campesinos, indignados: «¿Por qué no trabajan? ¡Hatillo de vagos!».
  • karla tleokoyaniцитируетв прошлом году
    Los niños no entienden la muerte, pero se dejan bañar por esa niebla de vapor —dulce y agria mezcla— que la rodea. Los niños tienen miedo de los muertos, y, a un tiempo, se sienten atraídos por ellos. Al anochecer, pasan de prisa por el cementerio, y buscan bajo un sol achicharrado, en un rincón del muro de la iglesia, entre dos pivotes, el botín fabuloso y estremecedor de los osarios. Los niños asesinan pájaros, ahorcan perros, aplastan sapos, martirizan saltamontes y murciélagos, por una sola razón: palpar, contemplar, crear la muerte.
  • karla tleokoyaniцитируетв прошлом году
    La muerte de un niño es algo natural y sorprendente a un tiempo: como el súbito aguacero en pleno sol, que irrumpe sobre el campo del verano, y deja atónitos a los pájaros. Es como el repentino huir de los vencejos en la mañana. Algo que hace levantar la cabeza; que obliga a interrumpir el trabajo, el ocio, el pensamiento.
  • karla tleokoyaniцитируетв прошлом году
    Y la niebla, en la siesta, trae el fantasma de la melancolía.
  • Ana Saenzцитирует2 года назад
    —Ellos, los fáciles, se van. Nos quedamos los difíciles: los encallados, los retorcidos. Los que tenemos que arrancar todos los días la vida de las piedras.
  • Ana Saenzцитирует2 года назад
    Deseé entonces que las malas nuevas, que los acontecimientos amargos, que la muerte, me llegaran de golpe, valientemente, sin anuncios lentos y falsamente caritativos. Si la muerte o el pesar nos llegasen como llegan al árbol nunca envejeceríamos.
  • Teresaцитирует2 года назад
    Hora de la siesta sin siesta. Nunca me fue posible dormir después de comer. La hora de la siesta está invadida de duendes, de nubecillas movedizas, de una lluvia menuda y seca —lluvia de arena— que hormiguea, detrás de los ojos. Es una hora inquieta, mal encajada. La lectura no se prende del pensamiento, las moscas zumban, el sol es mitad amigo, mitad enemigo
  • Teresaцитирует2 года назад
    En este nuevo Mansilla, junto al pantano, donde han talado los árboles y el bosque queda lejos, me siento ignorante y dura, tonta y vacía, miedosa y sabihonda, como cualquier persona mayor
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