Suzette Celaya Aguilar

El vientre es un refugio y a la vez una garra.

Y a veces se necesita volver.

Sentirse cobijada por esa tibieza y esa oscuridad de la casa primigenia.

Pero una ya sabe respirar y devolver sería un ahogamiento.

Entonces, se aleja.

Y luego no hay remedio, porque una se ahoga adentro y afuera.

Pero, cuando se es niño, todo se permite.

Entonces está bien regresar al origen cuantas veces se quiera y ahogarse y confortarse y saberse de alguien.

Yo nunca regresé porque mi madre se quitó la vida a los días de que nací.

–Toda tierra es tierra de cementerio

Es más fácil partir si uno no ve lo que abandona.

Es más fácil partir si uno no ve lo que abandona

Un río materno que a la vez es mortaja

Nadie es inmune a su nombre. Es la primera penitencia que nos hacen cargar. Siempre somos otro, alguien que ya se llamó así, que ya existió

Entre la misma sangre no se necesita mucho para encontrarse. Basta una exhalación para hallar el camino.

Todos esperamos un momento preciso para algo, algunos ya saben para qué y otros todavía buscamos respuestas.

Las mujeres tenemos mucha sangre, tanta que no sabemos qué hacer con ella y poco a poco la vamos soltando, dejando ir.

Intento ver lo que hay bajo la superficie del río. Piedras, ramas, arena.
A veces quisiera verme por dentro, así como veo al río. Saber dónde desembocan mis ríos de sangre.
Conocer el olor del aire de mis pulmones. Esconderme detrás del café de mis ojos.
Ver si por dentro también mi color es oscuro.